Hijos Ilustres

Hijos Ilustres
  • EDUARDO  HERNÁNDEZ-PACHECO Y ESTEVAN

 

Nacido en Madrid, pero de familia extremeña, originaria de Alcuéscar, cursa los estudios de Ciencias Naturales en Madrid, culminando su Licenciatura con Premio Extraordinario. Obtiene el título de Doctor en 1896, con la Tesis Doctoral "Estudio Geológico de la Sierra de Montáchez", ubicada en Extremadura, y muy cercana a su localidad natal. Con posterioridad ocupa cargos de responsabilidad en el Instituto de Enseñanza Secundaria de Cáceres, y también en la Universidad de Valladolid.

En 1899, a los veintisiete años, obtiene por oposición la Cátedra de Historia Natural del Instituto de Secundaria de Córdoba, desarrollando, junto a algunos colegas, una importante labor de modernización de los estudios y métodos de enseñanza del centro, buscando un contacto directo con el medio natural. Llegó a crear un "Centro de Excursiones" y una "Sociedad de Expansión de la Enseñanza", influenciado por los Gabinetes de Historia Natural del siglo XIX y la Institución Libre de Enseñanza. Sus itinerarios con frecuencia servían para hacer observaciones geológicas, botánicas, paleontológicas y arqueológicas, lo que dio pie a la publicación de sus primeros trabajos e investigaciones.

En 1907 es nombrado profesor adjunto en la Universidad de Madrid y adjunto al Museo Nacional de Ciencias Naturales. En 1910 obtiene la Cátedra de Geología de la Universidad Central, desempeñando a partir de entonces la jefatura de la sección de Geología del Museo Nacional de Ciencias Naturales, prosiguiendo con su labor educativa  más allá de las aulas, ligada al ambiente de la Institución Libre de Enseñanza, siendo frecuentes sus excursiones por la Sierra de Madrid a través de la Sociedad Peñalara.

Como geólogo, su gran y monumental obra fue la elaboración del Mapa Geológico de España; como biólogo, destaca su labor como conservacionista en la Junta Central de Parques Nacionales, en cuyos trabajos participó con especial intensidad a finales de los años veinte y principios de los treinta, y su papel en el desarrollo de dos figuras jurídicas de protección de la naturaleza: Sitio Natural de Interés Nacional y Monumento Natural de Interés Nacional.

Como arqueólogo, funda en 1911 la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas, al amparo de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, dependiente del Museo Nacional de Ciencias Naturales. La Comisión será un instrumento fundamental en el impulso  de la investigación arqueológica española en las tres primeras décadas del siglo XX, emprendiendo una notable labor de publicación y difusión de los resultados de sus investigaciones.

Según Hernández-Pacheco, la creación de la Comisión obedeció a "la necesidad de favorecer el desarrollo del conocimiento de la Prehistoria y la Paleontología", estableciendo un grupo de estudio de funcionamiento autónomo respecto del Museo Nacional de Ciencias Naturales, pero que "en él tuviera su sede y laboratorios, y a él fueran destinados los objetos y restos arqueológicos a partir de sus investigaciones". En el documento fundacional de la Comisión aludió al "excepcional interés de las exploraciones de cavernas y abrigos que sirvieron de habitación al hombre primitivo, cuyo estudio ha producido importantes descubrimientos en la ciencia prehistórica y ha suministrado valiosos datos para el conocimiento de la historia patria".

En el ámbito arqueológico, destaca su contribución al estudio de la prehistoria asturiana, contactando con el Conde de la Vega del Sella, con quien realiza "exploraciones de carácter prehistórico por el país". Entre 1914 y 1919 descubre y excava la cueva de La Paloma (Las Regueras) y las cuevas de Ardines en Ribadesella; documenta junto con Vega del Sella el Ídolo de Peña Tú; y descubre, investiga y publica la caverna de la Peña de Candamo y su arte rupestre, en una monografía que sigue siendo fuente de conocimiento y ejemplo de publicación científica sobre arte rupestre paleolítico.

Fuera del ámbito asturiano, en 1914 estudia y publica junto a Juan Cabré el arte rupestre levantino del entorno de la Laguna de la Janda (Cádiz); en 1917 los grabados paleolíticos de la cueva de Penches (Burgos) y el arte esquemático de Alburquerque (Extremadura); en 1918 el arte rupestre esquemático y levantino de Morella la Vella (Castellón); en 1922 el arte rupestre levantino de Font Vilella en Tivissa (Tarragona) y el arte esquemático de Las Batuecas (Salamanca). En 1924 ve la luz su estudio del arte rupestre levantino de la cueva de La Araña (Bicorp, Valencia), titulado Las Pinturas Prehistóricas de la Cueva de La Araña (Valencia). Evolución del Arte Rupestre de Españaen el que expone y defiende su acertada visión sobre el arte rupestre levantino y su cronología. Si bien fue Juan Cabré en 1915 quien primero alude a la cronología postpaleolítica de este tipo de representaciones rupestres, el primer planteamiento metodológico y sistemático al respecto fue el desarrollado por Hernández-Pacheco en la obra aludida.

Tras la Guerra Civil española es importante su contribución, ya en la inmediata postguerra, a la fundación y primer desarrollo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, intentando revitalizar sus viejas experiencias en la Junta de Ampliación de Estudios; y también su participación en la puesta en marcha de su querida Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.

Tras una larga ancianidad, volvió a morir a su tierra extremeña, falleciendo en Alcuéscar, Cáceres, en el año 1965.

De Eduardo Hernández-Pacheco cabe destacar su sólida formación científica en diversos campos del saber y su intensa labor investigadora producto de una enorme capacidad de trabajo y movilidad, que le llevó continuamente al campo y a expediciones que abarcaron toda la Península, Las Canarias y el Norte de África. Su descomunal producción científica en diferentes ámbitos fue sintetizada por él mismo entre 1952 y 1959, con la publicación en la colección de memorias de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de sus obras El Solar en la Historia Hispana (1952), Fisiografía del Solar Hispano (2 volúmenes, en 1955  y 1956) y Prehistoria del Solar Hispano (1959).

Fuente: https://artepaleoliticoenasturias.com/2013/10/20/eduardo-hernandez-pacheco-y-estevan-1872-1965/

 

 

  • FRANCISCO DE CÁCERES

 

Francisco de Cáceres fue un conquistador español  nacido en Alcuéscar (Cáceres), entre 1539 y 1542 - ? 1589, hijo de Pedro de Cáceres y Tomasa de Guelves,  gobernador de La Grita, en la actual Venezuela.

A los quince años se alista en los Tercios Españoles y recibe su bautismo guerrero en Flandes, pasando después a Nápoles y Norte de África. Participa también en la batalla de San Quintín y posteriormente en la defensa de la isla de los Gelves (Yerba) al mando del capitán don Álvaro de Sande, y donde éste y muy pocos españoles salvaban la vida, entre ellos, Francisco de Cáceres.

Derrotado el ejército hispano, cae prisionero de los turcos y durante dos años padecerá cautiverio junto al capitán y otros oficiales más que habían defendido aquella lejana fortaleza. El hermano de Don Francisco, Alonso de Cáceres, secretario del Virrey de Nápoles, era persona influyente en esa época, puesto que en corto tiempo logrará el rescate de Francisco, quien por un tratado suscrito entre Solimán el Magnífico y el emperador don Fernando de Austria, lograba recobrar la libertad en Constantinopla. Atravesando media Europa, llegará hasta la Corte de Viena, donde el príncipe Maximiliano, le dará cartas de recomendación para su primo Felipe II de España.

Francisco de Cáceres llegaba a Venezuela en 1569, como capitán de la expedición de Diego Hernández de Serpa. Cuando fracasan en las costas de Cumaná, Cáceres se queda en Venezuela y con una pequeña partida de soldados, llegaba hasta la ciudad de El Tocuyo. Buscando ocupación, con los hombres que le han seguido, emprende el largo camino de Santafé de Bogotá y se incorpora a la conquista neogranadina cuando encuentra muerto al capitán Pedro de Villarroel y a los soldados que le acompañaban en la misión de llevar ganado desde el centro-occidente venezolano hasta el Nuevo Reino de Granada.

Enterada la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá del desastre de la expedición ganadera, encarga a Cáceres la pacificación de los indígenas de la zona donde murió Villarroel; pero como Cáceres vino al Nuevo Mundo con la pasión pobladora, después de algunas vicisitudes, con veinticinco hombres, se introduce en los llanos del Meta y en 1573 funda la ciudad del Espíritu Santo; poblado de vida efímera por lo inhóspito del lugar que hará fracasar la fundación.

Por Real Cédula de 26-05-1580, expedida en Badajoz cuando Felipe II de España iba a la toma de Portugal, se le concede el título de gobernador de La Grita. Después del fracaso poblador de Espíritu Santo, la Real Audiencia intenta meterlo en la cárcel porque ha fundado sin permiso, pero astutamente evade a las autoridades y volviendo por el mismo camino, logra embarcarse para España y, otra vez por mediación de su influyente hermano, consigue los favores de la Corte y al final conseguirá repoblar el nuevo Espíritu Santo.

Pero esta vez tampoco le será fácil consolidar su ciudad. Confrontaciones con vecinos de límites y pleitos con los acreedores obligan a Cáceres a presentarse ante la Real Audiencia. Mientras en Santa Fe gozaba de un merecido descanso, prometía cumplir con los acreedores y pedía disculpas, los alzados indígenas atacan su precaria ciudad y la destruyen; a Cáceres no le queda más remedio que regresar y socorrerla con más soldados y provisiones.

Aquietados los indígenas, don Francisco, reparte solares, ejidos, indios y encomiendas para que cada uno de sus soldados construya su casa y hacienda y se asiente en el lugar como colono, dejando las armas en reposo para casos de defensa cuando sea necesario. Pero otra vez surgen pleitos con los viejos vecinos, ya que ha repartido indios que estaban bajo el dominio de los viejos colonos residentes en San Cristóbal.

Don Francisco recorre la comarca que antes había explorado el fundador de Mérida, Juan Rodríguez Suárez para establecer futuros asentamientos, poblarlos y desarrollarlos convenientemente. Mientras anda en estos menesteres, también le asalta la idea de encontrar la fabulosa ciudad de El Dorado. Traza su plan para tal empresa, pero las dificultades y la falta de medios, le harán desistir momentáneamente de esta aventura.

De todas formas no desiste, se queda con este obsesivo pensamiento, y en 1580 viaja a España para conseguir gente y recursos económicos, pero los antecedentes de los fracasos doradistas de su antiguo jefe Hernández de Serpa y el del jerezano Pedro Maraver de Silva, harán que sus gestiones no tengan éxito. No obstante, lucha por la idea se aboca a la tarea, pero de los ciento doce hombres que logró reclutar, solamente le embarcan cincuenta y cuatro y deja a uno de sus capitanes en España con el exclusivo encargo de reunir soldados, agricultores y artesanos.

Don Francisco regresa de España y lograba llegar a la isla de Margarita; y además de dificultades con el gobernador isleño, le desertarán varios soldados. Se embarca para la vecina Cumaná y cuando llega se encuentra que la ciudad está siendo atacada por la indiada y generosamente contribuye con su pólvora y su gente a la defensa.

Rechazados los atacantes cumaneses, se embarca para Maracaibo, cuando logra desembarcar para dirigirse por tierra a su gobernación andina, las autoridades le piden ayuda para combatir a unos indios, que aliados con unos mulatos cimarrones, sembraban el pánico en la zona. Después de poner orden en Maracaibo, parte hacia su gobernación y llegará a La Grita después de dos años de ausencia.

Un breve descanso para organizar futuros poblamientos, y mientras manda su gente en misión exploradora, viaja a Santa Fe para discutir en la Real Audiencia ciertas prebendas que le concedieron en España. Al regreso, prepara su expedición a El Dorado, y aunque cuenta con poca gente y escasos medios, emprende la aventura. En el largo trayecto se le acerca el invierno, pierde varios hombres, se comen las provisiones, además de caballos y perros. Fracasado su proyecto decide dar la vuelta par encaminarse a Santa Fe, donde llegará arruinado, desilusionado y gravemente enfermo.

Después de reponerse física y moralmente, la Real Audiencia le concede las prebendas económicas concedidas por Felipe II, y como tiene una denuncia por reparto de encomiendas, se verá reducido a prisión por unos días. Vuelve furioso a La Grita a plantar cara por la afrenta, y aunque le dan la razón, no quedará satisfecho. Pero como parece que el infortunio le persigue, injustamente será acusado de haber ahogado a uno de sus hombres para quedarse con la mujer. El arrepentimiento de uno de los acusadores, que en trance de muerte confiesa la mentira, salvará a don Francisco de este incómodo proceso.

Hombre incansable, batallador y obstinado en su papel de poblador, después de algunos años luchando en Venezuela, lograba la gobernación de La Grita, sobre 1586 contrae matrimonio con María Magdalena Velasco de Silva, hija del capitán Juan Velázquez, quien también participó en la fundación de La Grita.

En una de sus incursiones pobladoras, en los llanos de Barinas le atacarán los caribes que le propinarán un duro golpe de macana, además de tres graves flechazos. La oportuna intervención de sus hombres salvará la vida del gobernador, que una vez repuesto, no descansará para seguir peleando por la defensa y consolidación de los pueblos que ha fundado, hasta que en 1.589 sucumbe en una de las tantas escaramuzas que ha librado.

Las ciudades fundadas por él, dentro de su gobernación, son las siguientes: La Grita (1576), Altamira de Cáceres, actual Barinas (1577), Alcántara (1577), Salazar de Las Palmas (1582), San José de Alcántara (1583), Villa del Escorial, (¿Escurial?) (1583), Medina de las Torres (1585), Santiago de las Atalayas (1588); además de Huesca (¿Güesca?) (?) y Valle de la Plata (?).

Por una serie de razones, por el nombre de los pueblos fundados por él y las notas sobre Alcuéscar en "Historia de Mérida" (1633) de Bartolomé Moreno de Vargas, se deduce que fuera natural de esta villa cacereña.

 

 

  • NATIVIDAD GABRIEL CAÑAMERO

 

Dª. Natividad Gabriel Cañamero (1.894 - 1.959), personaje muy popular como organizadora de fiestas y actos religiosos, poetisa y persona muy devota de la Virgen del Rosario y defensora de la fe. Escribió muchos poemas, Siembre del Lino, Honores a mi Pueblo, y uno de especial significado para nosotros, que podría considerarse como el himno de la villa de Alcuéscar.

Fuente: http://www.alcuescar.com/jota.htm

 

 

  • RAFAEL GARCÍA PLATA DE OSMA

 

Escritor y folklorista español, nacido en Guadalcanal (Sevilla) y muerto en Cáceres. Aunque cursó Farmacia en Sevilla y Leyes en Madrid, su delicada salud le impidió terminar ninguna carrera. Posteriormente se establecería en Alcuéscar (Cáceres), donde vivió casi toda su vida. Poco antes de su muerte se trasladó a Cáceres, donde falleció por causa de la epidemia de gripe de 1918. Fue un activo colaborador, con artículos de crítica sociopolítica, costumbrista y artística, y de divulgación etnográfica, en la prensa periódica regional e incluso nacional. Se distinguió por su adhesión al partido liberal, en cuyas filas militó y desempeñó puestos de responsabilidad. Fue, igualmente, un activo colaborador y corresponsal de Ramón Menéndez Pidal en labores de recogida de romances extremeños. Entre sus obras de asunto etnográfico, aparte de los abundantes artículos publicados en revistas especializadas, figuran Demosofía extremeña. La musa religiosa popular (1918), Demosofía extremeña. La musa de los cantares (1918), y Coplero de lilas blancas (1918). Dejó inéditos otros trabajos, como Guijos y Rebollos.

Fuente: http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=garcia-plata-de-osma-rafael

  • DOCTOR FRANCISCO HUERTAS BARRERO

 

Don Francisco Huertas y Barrero nació en Alcuéscar (Cáceres) el día 18 de diciembre de 1847 en el seno de una familia humilde. Al amparo de un tío suyo, en Madrid, en el Instituto de San Isidro cursó el Bachillerato y en el Colegio de San Carlos la carrera de Medicina, obteniendo el grado de Licenciado en 1871 y el de Doctor en 1876.

Recién Licenciado ejerció la profesión en Garrovilla (Badajoz) durante un par de años. En 1875 fue nombrado Médico supernumerario de la Beneficencia Municipal de Madrid, y cinco años después, por oposición, numerario con destino en el Distrito del Hospital.

Antes, y también por oposición, ingresó en el Cuerpo de Sanidad Militar, renunciando seguidamente por motivos de salud. En 1883, con brillantes ejercicios de reñida oposición, consiguió una plaza de Médico supernumerario de la Beneficencia Provincial con destino al servicio de guardias. Tres años después ascendió a numerario, destinado a las salas de variolosos, donde realizó una labor meritoria.

A petición propia, pasó unos años después a regentar un Servicio de Medicina en el Hospital General, al frente del cual permaneció hasta su jubilación, prestigiándolo notablemente. Desde entonces desarrolla una activa y diaria labor docente con carácter privado, rodeado de Alumnos y Médicos jóvenes que saben apreciar su maestría y alta calidad de clínico expertísimo. Muchos años antes fue distinguido con el título de Médico honorario de la Beneficencia Municipal.

Perteneció durante mucho tiempo como Vocal del Real Consejo de Sanidad. Formó parte de muchos tribunales de oposición a plaza de Beneficencia Municipal y Provincial, de algunas Cátedras y otras varias. Vicepresidente de Sección de la Academia Médico-Quirúrgica a la que concurría asiduamente, presentando mociones y comunicaciones interesantes.

Concurrente a Congresos, tales como el XIV Congreso Internacional de Medicina, en el que fue Vicepresidente de la Sección de Medicina, Congreso Internacional de Higiene, de Barcelona, de Budapest, etc. Desempeñó Comisiones científicas en París, Berlín, Londres. Con el Dr. Mendoza, ilustre sanitario, realizó un concienzudo estudio sobre el paludismo en Extremadura.

En 1823 fue elegido Senador en representación de la Academia. Gran Cruz de Isabel la Católica. Publicó numerosísimos trabajos de gran sabor clínico y alto valor científico, tales como «La erisipela», «Neumonías poco frecuentes», «La pleurotomía», «Corazón y vasos», «La viruela», «La Malaria y su tratamiento », «Terapéutica de los sudores en los tísicos», etcétera.

Por encima de otros muchos méritos y virtudes personales, fue, sin duda, uno de los más acreditados clínicos españoles de la época contemporánea que estudiaba meticulosamente a los enfermos y cuidaba especialmente de su tratamiento. Por eso nada extraña que fuese requerido constantemente por enfermos poderosos o de clase humilde; a unos y a otros atendía con exquisita solicitud y no descuidaba jamás. De su celo profesional hay, entre otras, una referencia expresiva: diez días antes de morir, a los ochenta y siete años, hizo un viaje en automóvil para atender a un enfermo en Extremadura.

En la Real Academia de Medicina fue elegido como Académico de número el 27 de febrero de 1902, a propuesta de los Académicos Dres. Rodríguez y Abaytúa, Fernández Caro, Grinda, Mariani y Hergueta. Sucedió al malogrado Dr. Pascual Candela con la Medalla núm. 14. La toma de posesión del Dr. Huertas se realizó en sesión pública del día 29 de mayo de 1904, en la que pronunció un brillante discurso sobre «El artritismo y sus complicaciones cardio-vasculares». La contestación correspondió al ilustre Dr. Cortezo. Casi treinta años ocupó su Sillón académico, prestando a la Academia servicios inestimables y colaboración activa. El fallecimiento de su esposa produjo en él un dolorosísimo impacto que contribuyó, sin duda, a adelantar su fin. Éste se produjo el día 3 de diciembre de 1933, lo que ocasionó una sensación de desolación para todos los que le conocían.

Fuente: http://www.ranm.es/academicos/academicos-de-numero-anteriores/1001-1904-huertas-y-barrero-francisco.html